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VIOLETA QUISPE YUPARI: ARTEMANTA HISTORIATA TAPUSPA
Por Gabriela Germaná | Historiadora de arte
La historia oficial suele ser contada desde la perspectiva de los grupos de poder, los cuales han determinado qué aspectos del pasado mostrar y cómo mostrarlos, qué historias son las que se recuerdan y quienes son considerados importantes dentro de estas historias. El arte tradicionalmente ha servido además para afianzar esas perspectivas desde lo visual. En este contexto, las historias de las mujeres y las minorías sexuales indígenas, mestizas y afrodescendientes han sido, por lo general, dejadas de lado.
La obra de Violeta Quispe Yupari (Lima, 1989) se ha centrado en reclamar por la igualdad de la mujer y denunciar la violencia de género, sobre todo de las mujeres andinas. Desde esta perspectiva, algunas de sus obras, como las que vemos en esta exposición, se han enfocado en diferentes contextos históricos para resaltar las historias y contribuciones de las mujeres en la construcción de la nación peruana, sobre todo de aquellas pertenecientes a grupos marginalizados en términos de raza, clase y género.
Violeta es hija de Gaudencia Yupari y Juan Walberto Quispe, dos artistas originarios de la comunidad campesina de Sarhua (Ayacucho). Ambos migraron a Lima en la década de 1980 debido a la violencia del conflicto armado interno que afectó Sarhua sobre todo a inicios de esa década.
Juan Walberto fue un reconocido pintor de Tablas de Sarhua y Gaudencia es una destacada artista textil que ha desarrollado también una importante carrera como pintora de Tablas. Las Tablas de Sarhua son pinturas sobre largos tablones de madera que se realizan con motivo de la construcción de una nueva casa para dejar constancia, a través de imágenes y textos, de los familiares cercanos de los dueños de la casa y de los lazos de reciprocidad que se establecen con los compadres que regalan la Tabla.
Desde la década de 1960, debido a la crisis económica, muchos sarhuinos tuvieron que migrar a las grandes ciudades del Perú, especialmente a la capital, Lima; y en la década de 1970, algunos de ellos empezaron a pintar una nueva versión de las Tablas destinadas al mercado urbano. En las nuevas Tablas, de formatos rectangulares, los pintores representaron escenas costumbristas de la vida rural en la comunidad de Sarhua como fiestas y rituales, trabajos comunales, labores agrícolas y ganaderas, mitos e historias.
Desde la década de 1990, los pintores sarhuinos decidieron abordar también los conflictos sociales que aquejaban a la comunidad y crearon series en las que abordaban temas como la guerra interna y la vida de los migrantes en Lima. Las primeras Tablas realizadas en Lima fueron obra de los pintores Primitivo Evanán y Víctor Yucra. A ellos se unieron poco después los jóvenes sarhuinos Juan Walberto Quispe y Julián Ramos.
En 1982, Primitivo Evanán, Juan Walberto Quispe, Bernardino Ramos y Valeriana Vivanco fundaron la Asociación de Artistas Populares de Sarhua (ADAPS) que se mantiene hasta la actualidad y que ha sido fundamental para el desarrollo de la pintura de Sarhua en Lima.
Al inicio, los pintores de la ADAPS eran sólo hombres, pero cuando el negocio de las Tablas empezó a prosperar, las mujeres empezaron también a pintar en el taller. Se incorporan pintoras como Valeriana Vivanco, Gaudencia Yupari, Norma Quispe, Luisa Romaní, Irene Gómez, entre otras.
En la ADAPS, Evanán, Quispe y Ramos, junto con los demás miembros del taller, definieron en gran medida el estilo de las Tablas de Sarhua que las caracterizan hasta el día de hoy. Si bien las mujeres tuvieron un papel importante en el desarrollo inicial de la pintura de Sarhua en Lima, su contribución no ha sido todavía totalmente reconocida.
Por el contrario, en años recientes, algunas pintoras jóvenes hijas de migrantes sarhuinos han empezado a destacar y ganar reconocimiento gracias a su arduo trabajo y a propuestas artísticas críticas que se aproximan a las Tablas de Sarhua desde experiencia propia de las mujeres andinas, resaltando sus vivencias y utilizando su arte para protestar contra la discriminación y la violencia de género. Una de ellas es Violeta Quipe Yupari.
Violeta comenzó a pintar cuando era niña, ayudando a sus padres, pero no se dedicó a tiempo completo a la pintura sino hasta más tarde. En el 2017, cuando su padre falleció, su madre decidió abrir su propio taller (el primer taller de una artista sarhuina en Lima). Alentada por su madre, Violeta decidió finalmente dedicarse a la pintura de Tablas de Sarhua y fue indagando en temas que fueran de su interés.
En el 2018, inspirada en el trabajo del colectivo de mujeres artistas peruanas Trenzando Fuerzas, e incentivada por su prima, la también pintora Venuca Evanán, Violeta comenzó a producir pinturas sobre las experiencias de las mujeres sarhuinas y contra la discriminación y violencia de género.
Decidió que quería, a través de sus pinturas, hacer visibles a las mujeres y escuchar su propia voz. Necesitaba expresar que “estamos aquí, estamos presentes” (comunicación personal, 28 de mayo de 2021). Desde entonces, ha producido un conjunto importante de obras por las que viene siendo reconocida a nivel nacional e internacional.
Las pinturas que forman parte de esta exposición han sido producidas en los últimos dos años (2021-2023) y en ellas podemos apreciar cómo su interés por resaltar la figura de las mujeres andinas y la lucha por los derechos de las mujeres la llevan a cuestionar la historia peruana construida desde una mirada patriarcal.
Su perspectiva entrelaza diferentes tiempos históricos con su historia y experiencias personales; entrelaza también la historia regional de Ayacucho con temas sociales en la ciudad de Lima, refiriendo así a su identidad híbrida definida tanto por la tierra natal de sus padres como por la ciudad en la que nació y creció.
Dos obras que refieren a la historia pasada del Perú, concretamente a las guerras por la independencia, desde una perspectiva regional y de género son las representaciones de las heroínas ayacuchanas Ventura Qallamaki (2022) y María Parado de Bellido (2023).
Si bien María Parado de Bellido es relativamente reconocida, hay poca información documental sobre ella y todas sus imágenes la muestran “blanqueada” o en el momento de su tortura. Violeta le devuelve sus rasgos mestizos y al presentarla en cuatro escenas distintas le provee de una identidad con más matices. Asimismo, la muestra empoderada, rompiendo las cadenas, en la imagen superior junto al sol y la luna.
Por otro lado, la historia de Ventura Qallamaki sólo se ha transmitido de manera oral, por lo que en el entorno académico se suele cuestionar su existencia. El formato de la historieta, que comparte similitudes con la visualidad de las Tablas, le permite a Violeta representar a una madre sarhuina contándole a su hija la vida de la heroína.
Este detalle resalta la oralidad como una forma importante de registrar y transmitir la historia en entornos donde el texto escrito no ha tenido tanta importancia, dando acceso a muchas historias relegadas por el sistema hegemónico.
Waqay Viday (Vida de llanto, 2021) y María Elena Moyano (2023) refieren a la historia más reciente del Perú. Ambas se enmarcan en el contexto del conflicto armado interno (1980-2000) y cómo afectó a las mujeres de los grupos más desfavorecidos en el Perú.
En Waqay Viday, a través de la historia de su madre, Violeta recupera la voz de las mujeres sarhuinas para narrar desde su propia experiencia el conflicto armado interno. María Elena Moyano, por su parte, refiere a la vida de la dirigente popular afroperuana y la muestra en diferentes facetas: con su familia, como dirigente de un club de madres y como dirigente de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador (FEPOMUVE).
Una gran complejidad iconográfica y temática presentan las obras Maqanakuy warmipas kay Bicentenario (Mujer luchadora continúa en el Bicentenario, 2021) y El matrimonio de la chola (2022), en las que diversas temporalidades y geografías se entrecruzan.
En El matrimonio de la chola, Violeta se apropia de la pintura colonial El matrimonio de la ñusta (anónimo, siglo XVIII) para reflexionar sobre situaciones del Perú contemporáneo. La gran migración de venezolanos al Perú la hace pensar en cuestiones de raza y género y compara, pone en diálogo y entrecruza historias personales, hechos históricos, y cuestiones sociales y políticas recientes.
Dividida verticalmente en dos mitades, el lado izquierdo de la pintura refiere al contexto peruano (la migración interna, el matrimonio de sus padres, los presidentes causantes de las crisis económicas, sociales y políticas del país) y al lado derecho al contexto venezolano, que se cruza con el peruano (los migrantes venezolanos en Lima, la artista venezolana Vanessa Avendaño y su pareja y la clase política venezolana causante de la crisis).
En el políptico Maqanakuy warmipas kay Bicentenario Violeta representa, en el panel central, a los Morochucos, vaqueros de las llanuras del departamento de Ayacucho, conocidos por su participación en la guerra de la independencia y en la Guerra del Pacífico.
El trabajo de las mujeres cocinando, cuidando de los heridos, limpiando las armas, sin embargo, es pocas veces reconocido. Violeta se refiere a este hecho, pero va más allá y piensa si la historia no habrá borrado más bien las contribuciones de mujeres que participaron en la guerra también luchando en sus caballos.
La pieza superior del tríptico muestra a una “warmi qorilazo”, inspirada en las mujeres jinetes de la comunidad de Tomanga, vecina a Sarhua. La pieza inferior representa, por un lado, a María Parado de Bellido y Ventura Qallamaki, las dos heroínas ayacuchanas de la época de la independencia y, por otro lado, a una representante del colectivo Alfombra Roja y una desactivadora de bombas, que participan en las marchas actuales en Lima. Al centro se ubica Violeta, mostrando cómo las contribuciones de estas luchadoras la inspiran para continuar peleando por los derechos de las mujeres y de las poblaciones marginalizadas.
Violeta Quispe utiliza las técnicas y el estilo figurativo de las Tablas para representar una historia del Perú desde las experiencias de mujeres racializadas y así protestar contra la discriminación y la violencia de género. Al hacerlo, cuestiona las representaciones convencionales de la historia peruana e inserta otros cuerpos y experiencias en ellas, pero también deconstruye una serie de perspectivas establecidas desde los grupos dominantes sobre los cuerpos racializados y muestra mujeres andinas fuertes y empoderadas.
Tal como plantea el feminismo decolonial de María Lugones, Violeta responde al discurso hegemónico, no solo en términos de clase y raza, sino también de género. Finalmente, hay que resaltar cómo Violeta está desafiando el orden social patriarcal desde su experiencia particular de mujer andina, hija de migrantes en Lima, para desde allí está contribuir a remodelar el arte peruano contemporáneo.
La muestra se presenta desde el 4 de noviembre en Vigil Gonzales – Cusco, Pampa del Castillo 455, Cusco, Perú.
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