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PABLO LINSAMBARTH: LOS CRUCES Y LA SELVA COLORADA
Por Víctor López Zumelzu | Curador
Pablo Linsambarth (Chile, 1989) ha venido construyendo en estos últimos años una obra sólida y potente, y claramente crítica a la narrativa social e histórica que lo precede. En sus pinturas, e incluso en sus videos, ha sabido fusionar las diversas formas de sociabilidad, mediante ejercicios que generan diferentes planos narrativos y que ponen de manifiesto la memoria visual y política de un archivo personal en continua construcción.
Si en sus anteriores trabajos pictóricos podíamos distinguir una diversidad de elementos en medio de amplias áreas de color -paisajes, rostros, siluetas, animales y naturalezas muertas, fragmentos fantasmales de un álbum fotográfico familiar que se alternaban en distintas perspectivas y planos como capas enterradas que volvían a emerger una y otra vez dependiendo de nuestra mirada-, hoy su pintura juega con un vocabulario propio a gusto con las estructuras formales y narrativas para provocar cambios a la manera antropofágica del significado en la imagen, generando con ello una red de significados densamente construida que intenta observar y dar cuenta de códigos culturales o clichés del contexto latinoamericano que proliferan y cambian, así también como las formas en que los símbolos visuales del lenguaje pueden sufrir transformaciones cuando son expuestas a códigos culturales muchas veces indescifrables por el espectador.
En este sentido, ¿toda narrativa latinoamericana debe ser entendida como forma de transmisión de sentido? ¿Qué beneficios existen en un sistema de comunicación que desafía la traducción y que solo crea fragmentos de un presente o memoria inconclusa? ¿Cuál es la relación pictórica entre representación y el lenguaje desde el sur global?
Desde este lugar de preguntas, las pinturas de Pablo Linsambarth, en esta nueva serie Los cruces y la selva colorada pensada para la galería Vigil Gonzales (Cusco, Perú), reflexionan sobre las estrategias de producción de lo latinoamericano, y sus formas de circulación. Si esta misma reflexión cruzó y ánimo a la izquierda en los años 60 y 70, materializándose en diferentes movimientos radicales que activaron políticamente los debates sobre lo local y lo global, lo íntimo y lo público, incluyendo desde las artes visuales en su producción experiencias vanguardistas que viajaban desde lo biográfico, lo erótico, lo cromático, lo táctil y sonoro, ampliando con ello la reflexión de la subjetividad alterna de este lugar del mundo, en la actualidad estas mismas visualidades emergen en la pintura de Pablo como una crítica a la solidificación de este devenir y una puesta en escena identitaria donde la iconografía popular y las luchas sociales se combinan ambiguamente creando formas de sensibilidad social.
Este contexto le sirve a Pablo como un cuaderno de prueba para poner en escena diferentes mitos borrados, historias orales inconclusas, narrativas cercanas y disímiles que reclaman un lugar especial en el archivo visible de lo latinoamericano que se está construyendo desde los centros hegemónicos de poder; incluso la paleta de colores usada en esta serie está marcada por fuertes tonos de verde, rojo, amarillo, que generan una disposición teatral de la experiencia latinoamericana del paisaje a la vez irónico y reflexivo, donde surgen interrogantes sobre la identidad, la inmigración y el choque cultural producto del capitalismo.
Pensar o repensar estas pinturas de Pablo Linsambarth desde esta perspectiva política del paisaje y su conformación en narrativa quiere decir, ya no pensar el paisaje latinoamericano sobre líneas establecidas que demarcan identidades subordinadas que se materializan bajo coordenadas coloniales, sino pensar ese mismo paisaje como un “acontecimiento”, que no puede ser reducido en su densidad. Todo en estas obras viaja a una geografía poética del lenguaje, una experiencia de devenir mucho más abstracta y difícil de definir: vasijas, cruces, cuerpos autónomos que se desplazan, observan, chocan, animalidades, todo esto conforma la arqueología de signos que Linsambarth nos presenta como territorios de poder donde la identidad se activa.
No hay acontecimiento sino un cuerpo receptor de esta forma de experiencia, así como no hay imagen sin acontecimiento, nos parece plantear Pablo a cada momento. Entonces, hablar de lo latinoamericano en estas pinturas es entender que como latinoamericanos no tenemos un centro; es entender que los eventos y nuestra historia no se desarrollan en cadenas lineales, y más que realidad lo que tenemos ante nosotros es una carga de complejidades y reclamos, ya que no hay corazón, solo dificultades en la distribución de las problemáticas. Es quizás por eso que para entender lo latinoamericano como nos plantea esta serie de Pablo Linsambarth no tenemos planos correctos, ni arquitectura estable que nos sostenga; todo lo que intentamos representar no es otra cosa que un punto de fuga.
Esta forma de paisaje que por años entendimos como latinoamericano está cambiando, y nuestra propia geografía desbordada ya no tiene un orden como el que intentaron demostrar o cartografiar los pintores viajeros como Rugendas. Las distorsiones políticas hoy en día nos piden otra imagen y no simplificar los acontecimientos en líneas históricas, ya que la vida y el paisaje sucede ante nosotros como estas pinturas a cada instante, a cada momento como un acontecimiento desbordado.
Los cruces y la selva colorada, de Pablo Linsambarth, se presenta hasta el 15 de marzo en Vigil Gonzales, Pampa del Castillo 455, Cusco, Perú
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