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Natalia Iguiñiz: Ansío lo que crece mientras cae
Representaciones de tótems pétreos y lo que podría florecer de sus grietas. Símbolos del poder patriarcal para especular sobre formas de mostrar su caducidad. Nociones de orden y autoridad que han venido asociándose a la verticalidad y validan el autoritarismo. El poder como una pirámide en cuya punta pocos habitan, sostenida sobre el trabajo y recursos de seres vivos y territorios, en un escalonado descenso hacia el extravío y la explotación.
La cabeza como la parte del cuerpo que gobierna y resume la identidad, se extrapola a los organigramas sociales y a las tramas urbanas. Cabeza que poco escucha al resto del cuerpo sostenida por la “razón” y el “orden”. Palacios de gobierno, justicia, parlamentos, museos y demás instituciones, que representan el poder y el conocimiento, apelarán a diversas versiones de la arquitectura clásica buscando naturalizar en los anales de la Historia sus pretensiones. El neoclasicismo se extenderá a todo el mundo occidentalizado en instituciones que responderán a los intereses coloniales.
Las hazañas y trabajos de patriarcas se celebran en calles y plazas, en monumentos y edificaciones que se levantan condicionando el entramado urbano. Las aspiraciones de gloria y poder se tallaron en piedra. Columnas tras columnas se alzaron sobre el trabajo de millones de mujeres anónimas que quedaron representadas en alegorías abstractas, desapareciendo de la Historia.
"Luisa Fuentes Guaza considera que podríamos hablar en occidente de una faloarquitectura que niega la existencia de cuerpos no adaptados a las lógicas productivistas del capital y representa un aparato psíquico que no está conectado con las fuerzas que posibilitan la vida y generan condiciones vivibles. Por el contrario, se celebra la guerra y la conquista.
Las diversas formas de vida y la fuerza de los fenómenos naturales, los cuerpos que cuidan y los que necesitan ser cuidados, lo no representado y lo explotado, tenemos algo que decir y estamos molestxs. De la furia quizás puedan surgir formas de convivencia y conocimiento más horizontales. Podemos ser como el agua que, aún contaminada, inunda. Una marea que ya no riega los jardines del patrón. La verticalidad de los organigramas de poder vista desde la especulación sobre futuridades deseables, luce menos sólida, menos duradera."
Natalia Iguiñiz
"[…] Iguiñiz busca identificar las grietas del sistema, poniendo en valor todo aquello que crece y vive a su pesar, preguntándose qué tan frágil ha de ser ese mismo sistema para que sean necesarias tantas acciones y accesorios para mantenerlo insistentemente. Son el calado y la perforación las acciones que buscan destronar los símbolos de poder patriarcal; es el filtrado por sus grietas y debilidades el que poco a poco lo hará “caer”. Son las mareas que entran y salen de las columnas las que van debilitando la prepotencia del patriarcado y del capital: son ríos, hiedras, micelios, matorrales, elementos del mundo natural que, en su perseverancia, resultan más fuertes y duraderos […]"
Carla Brodsky
"[…] Precisamente el trabajo de Natalia, que como punto de partida se ocupa por la línea recta y su relación con el poder, en particular el poder patriarcal, nos ofrece esos excesos e interrupciones. Vemos las evocaciones de lo vertical/horizontal en la conformación de los cuerpos, las expectativas personales, las ciudades y sus monumentos, las relaciones, las mallas cuadriculares, los legajos de la justicia, los triunfos económicos, las maquinarias extractivas y las propulsiones ascendientes de las máquinas de guerra. Sobre/detrás/entre ellos emerge la multiplicidad de lo radicular, los ritmos otros de lo acuoso. Ejercicios de destrucción, desmembramiento, reagrupamiento y reciclaje que abren posibilidades heterogéneas. Antes que veredictos rígidos, nos obsequia oportunidades para atender las contradicciones y ambigüedades desde los márgenes y ansiar lo que crece mientras cae […]"
Sandra W. Rodríguez Castañeda