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JOSÉ PEDRO GODOY: EXTRAÑO DEL MAR
Como si una espada de doble filo la atravesara, causándole un dolor tan brutal que la hace perder la conciencia. Así describe H.C. Andersen en el cuento La Sirenita (1837) el proceso al que se somete la protagonista para deshacerse de su cola y entrar al mundo de los humanos. Ese tránsito, aunque fugaz, encierra una ley que se aplica tanto a la naturaleza como a la ficción: no hay transformación sin abandono. Sobre la tierra una semilla se destruye para ser una flor y lo mismo ocurre con los cuerpos que José Pedro Godoy ha llevado desde la orilla hasta la profundidad del mar. Ya no hay una tierra firme a la que aferrarse ni exóticas selvas en las que celebrar íntimos ritos amorosos. Aquí todo es agua.
Las escenas que José Pedro Godoy reúne en esta muestra exponen un salto. Sus queridos y hermosos jóvenes desnudos han abandonado lo sólido, lo seguro y lo conocido para adentrarse en un mundo misterioso. El de la noche, el de lo líquido, el de la profundidad y el de la muerte. Los cuerpos que emergen y se sumergen en estas pinturas están abandonando su condición anterior para transformarse en algo nuevo y extraño. Sus gestos expresan un dolor que requiere de una metáfora para ser comprendido. Una espada invisible los atraviesa, un fuego interno los quema, algo vital dentro de ellos se está expresando por última vez antes de convertirse en otra cosa. Están pasando de un estado a otro y por lo mismo están muriendo.
Se dice que las escamas de los peces y de los seres mitológicos con colas tienen un brillo atornasolado. Que sus láminas son capaces de reflejar la luz del sol. Pero las pieles tersas de estos jóvenes reflejan un conjuro nocturno, el pacto con la muerte. El azul violáceo que los envuelve es propio de la luna que, al igual que el océano, conserva para sí una parte oscura que nunca se deja ver. El fondo del mar es un misterio y esta muestra expone resplandores de ese mundo oculto.
En Extraño del mar la fantasía cumple una doble función: la de ser una herramienta del deseo y del horror. La de mostrarnos algo que existe pero todavía no conocemos. El contorno de una concha marina es el marco a través del que miramos un cuerpo. Los bosques de corales nos dejan entrever un beso. La luz marina proyecta algo así como venas fluorescentes sobre los torsos de dos jóvenes. Los vemos susurrándose, sosteniéndose, contrayéndose, siendo atravesados por espadas invisibles. Están empapados y abrazados. Sus genitales emergen, se sumergen, se exponen y se esconden, están distorsionados por el efecto del agua. Quizás son inexistentes o fueron abandonados en la orilla para entrar a este nuevo estado líquido.
En el oscuro mundo submarino en el que nos hunde preciosamente José Pedro Godoy el agua es un bien abundante y el aire, uno escaso. Aquí está el orden invertido. La larga exploración de lo masculino que ha realizado a lo largo su carrera abandona lo sólido y se vuelve líquida, inquisitiva, enigmática. Aquí no hay sol que alumbre. Sólo luna y neones. Lo desconocido es un espacio donde el deseo se expresa dolorosamente y donde se reinventan las relaciones de poder. Donde no hay arriba ni abajo. Es un mundo tremendamente disidente.
Extraño del mar, de José Pedro Godoy, se podrá ver del 3 de marzo al 11 de abril de 2020 en Vigil Gonzáles Galería, Jr. Colina 128 C – Barranco, Lima